“Sobre el futuro no puedo responder ahora. Hoy sólo puedo decir que hay dolor, mucho dolor. Veremos como sigue todo; este es un club muy grande y estamos tristes por no haber conseguido el objetivo que teníamos. Pero bueno, esto sigue y el club debe levantarse; porque así es la vida en Boca”. Durante la conferencia de prensa, minutos después de la caída en la final de la Copa Libertadores, a Jorge Almirón le preguntaron qué iba a suceder con su futuro en Boca; pero él no quiso dar ningún tipo de detalles.
Si bien la mirada del entrenador estaba en la dirección correcta, intentó despegarse de una situación que era difícil de sobrellevar. A esa altura, ya analizaba los pasos a seguir.
Tras el duelo en el Maracaná, que consagró a Fluminense como el mejor equipo de la Copa Libertadores, el vestuario de Boca fue una caldera. Según trascendió, varios futbolistas le reprocharon algunas decisiones al entrenador y hasta hubo algunos cruces de palabras subidas de tono.
Por eso, tras pasar una noche dura en el hotel Hilton ubicado en Barra de Tijuca y regresar a Buenos Aires ayer por la tarde, Almirón le comunicó a Juan Román Riquelme la decisión que había tomado tras el durísimo golpe en Río de Janeiro: presentó su renuncia de manera indeclinable.
Almirón era consciente de que había quedado en el ojo de la tormenta; muy debilitado de cara al futuro inmediato y pendiendo de un hilo su continuidad en el cargo más allá de diciembre (cuando vencía su vínculo con el “xeneize”). No contaba con respaldo ni de la CD, ni de los integrantes del Consejo de Fútbol, ni de los hinchas y, ahora, tampoco de los jugadores.
La hinchada de Boca siempre había mirado de reojo a Almirón. En parte porque el equipo nunca había terminado de convencer con su juego; pero también porque el andar de su Boca no fue seductor desde lo que ofrecía futbolísticamente y porque el ADN que pregonaba estaba bien lejos del que tienen en La Ribera.
En Río, el Boca del ex entrenador de Lanús y San Lorenzo, entre otros equipos, sufrió la decimotercera derrota en 43 partidos (un promedio de casi una cada tres duelos; dato que se agravó si te toma en cuenta que de los últimos 20 partidos solamente ganó tres). En resumen, durante su paso por el club sumó 17 victorias, 13 empates y 13 derrotas.
La imagen de Almirón sacándose la medalla de subcampeón en pleno campo del Maracaná fue todo un síntoma. La derrota había dejado al borde del abismo no sólo a él sino también a Boca, que tiene un fin de año complicado en el que deberá sumar muchos puntos en la Copa de la Liga para intentar clasificar a la etapa final, además de consagrarse en la Copa Argentina (el miércoles 15 enfrentará a Estudiantes de La Plata por las semifinales), para poder clasificarse a la próxima edición de la Libertadores.
Almirón meditó bastante su decisión. Habló con su cuerpo técnico, analizó pros y contras y decidió pedirle una reunión a Riquelme una vez que llegaron a Buenos Aires.
Cuando el plantel retornó de Brasil fue directo al predio que Boca tiene en Ezeiza, a pocos kilómetros del aeropuerto Internacional “Ministro Pistarini”. Allí, el DT se sentó frente al vicepresidente “xeneize” y le dio a conocer su decisión.
En tanto, si bien le agradeció el esfuerzo por haber llegado a la final de la Copa, Riquelme fue tajante con los jugadores. “Ahora tienen que ganar la Copa Argentina porque es vergonzosa la posición en el torneo local”, les habría dicho el “vice”.
Hoy pasará a despedirse del plantel y, según se supo, Mariano Herrón tomará la posta hasta fin de año. La tarea del entrenador interino no será nada sencilla.
Hoy Boca está décimo de entre 14 equipos de la zona B de la Copa de la Liga y su clasificación a la fase de playoffs depende de lo que pueda cosechar en las últimas tres jornadas (SanLorenzo -V-, Newell’s -L- y Godoy Cruz -V-); además de esperar algunos resultados ajenos.
Pero lo que verdaderamente importa en el club y es asegurar su lugar en la próxima Libertadores; por lo que Herrón deberá levantar a un plantel golpeado y sumar muchas victorias.